sábado, agosto 06, 2016

¿El Arte en la Educación por Competencias? Por Lorena Vera Verján



El grafitero, quien tituló su obra Los niños primero, en la que se aprecia a una menor con rasgos indígenas, de pelo lacio al hombro y con una playera blanca que reza I Love DF, comentó que le preocupa la niñez de la capital, pues a esta edad, dijo, es cuando rinden frutos los valores que se les inculcan mediante la educación. “Las autoridades, en lugar de combatir la delincuencia, deberían poner más atención en brindar educación a los infantes; esto reduciría los índices delictivos, ya que en esta etapa se les empiezan a enseñar los valores para que, en un futuro, no sean delincuentes.”



Conversar sobre el arte en la educación por competencias es simplemente un atrevimiento que trasgrede los procesos artísticos educativos. El tema en sí es incompatible por las características propias del ente a estudiar, y porque los valores educativos son parámetros importantes dentro de la idiosincrasia del desarrollo cognoscitivo, socio-afectivo y psicomotriz. He decidido hablar sobre este argumento decadente y conductista que hoy en día propone la reforma educativa, por lo absurdo que resulta ser su sistema político, y por la necesidad de generar conciencia en la sociedad, sobre todo en el ámbito escolar y cultural.
El arte y el conocimiento son aspectos de índole basta para la formación de individuos óptimos en todas sus condiciones facultativas, son la estructura en el desarrollo holístico del individuo, son parte sustancial del crecimiento y el desarrollo; tanto madurativo, como de lenguaje. Su aplicación en los procesos educacionales es  significativa para la formación básica.  
El arte como ya lo he mencionado en mi ensayo “El Arte: Factor determinante del proceso educativo;  es generador del desarrollo de la expresión creativa natural que todo ser trae consigo, y estimula tanto las cualidades como los valores sociales, morales y la autoestima. Además, tiene la finalidad de introducir al educador y al educando en la ardua y fascinante tarea de la creatividad, la sensibilidad, la apreciación artística y la expresión, factores que contribuyen al espíritu creativo y social de todo individuo.”
La educación por competencias es una “nueva” modalidad gestionada por la política educativa de nuestro siglo, todas las instituciones educativas se han visto condicionadas a este modelo. ¿Qué le espera entonces a la educación artística dentro de este rubro condicionante como lo es la escuela por competencias? ¿Cuáles son las ventajas y las desventajas de esta aplicación de la nueva Reforma Educativa? ¿Hasta dónde los procesos educacionales serán afectados por estos planteamientos competitivos? Si la Educación Artística genera en el estudiante un desarrollo óptimo que transforma su capacidad  intelectual, social y cultural creando diferentes lenguajes por medios orales, escritos, corporales, musicales o gráfico pictóricos, entonces el cuestionamiento será; ¿cómo es qué una educación por competencias puede generar un ámbito sustancial que permita el desarrollo íntegro del ser humano dentro de sus propias capacidades de adaptación y transformación social y cultural? y entonces ¿qué estamos formando? Si le damos más importancia y valor a contenidos insustanciales como muestras de evidencias, “transparencias y normatividades”, o papeleos administrativos,   descuidando con esto lo más fundamental; la psicología y la inducción pedagógica necesaria en absoluto para la integración del educando.
Definitivamente la educación por competencias no genera apertura al desarrollo creativo y cognitivo, porque está condicionada mediante parámetros de estructura competitiva.
Versemos sobre la terminología “competir”; proveniente del latín compêtere cuyos significados discurren entre el aspirar a ganar u ocupar un espacio sobresaliente que ejerza autoridad, y que propicie la competitividad entre dos o más sujetos, aspirantes a un puesto o categoría. Competir en la educación es detener los avances creativos y productivos que por naturalidad contrae el individuo. Generar una educación por competencias es dañar las capacidades innatas del género humano. Es preparar individuos para la guerra, para competir dentro de una concepción de poder, es albergar en el pensamiento una predisposición a la batalla.  Competir es un verbo inadecuado y obsoleto utilizado desde la antigüedad para vencer o derrotar a un oponente, lo que nos hace pensar en un atraso social y cultural, ya que sugestiona actitudes primitivas que provoca mentalidades cortas, militaristas, y añosas.
Nuestra educación tiene un problema grave desde la invención de la escuela, que no hemos podido erradicar, se ha gestionado una “educación”  con prototipos conductuales, repetitiva y memorística. Se ha enseñado el cómo reproducir formas y arquetipos de pensamiento, se ha propiciado una necesidad de dependencia social por el hecho de reprimir constantemente la creatividad, el pensamiento divergente, la reflexión y el análisis. En realidad siempre se ha apostado por una educación por competencias, sólo que la terminología la han modificado a través de los años, sin embargo; creo que éste ha sido el peor concepto en la historia de la educación, es sumamente grotesco porque su aplicación promueve el adiestramiento mediante conductas propiciadas por la política en turno, la deshumanización o más allá la infra-humanización.


El rostro de uno de los más grandes muralistas de México, Diego Rivera, quedó también plasmado en las obras que jóvenes grafiteros realizaron en los alrededores del Palacio de Bellas Artes en el 2009 Foto Jesús Villaseca

Por lo tanto hablar de competencia en la educación es subrayar una decadencia que afecta los procesos educativos, sociológicos, filosóficos, psicológicos y pedagógicos del estudiante. Esto nos hace reflexionar sobre la importancia de las ciencias humanísticas en el ámbito escolar; los estudios sociológicos y filosóficos son la base y la estructura del desarrollo mental del individuo. Proporcionar una educación que enfatice las etapas de desarrollo dentro de los campos de la lógica mental y de los procesos psicológicos relacionados directamente con la maduración física, e intelectual  hará que los individuos sean adaptables cultural y socialmente y por lo tanto logren propuestas que les permitan trascender profesionalmente.
La educación por competencias se apoya en rúbricas, herramientas y evidencias que tratan de gestionar acciones que muestren “avances” colectivos y grupales mismos que buscan una educación condicionada, no una educación de calidad. Busca el desarrollo curricular y la adjetivación en el comportamiento. Y las asignaturas formales tienen más valor que las humanísticas.
El problema de la educación por competencias es que induce tanto al maestro como al estudiante a realizar formas que comprueben el avance del aprendizaje, y no se preocupa por los procesos de la enseñanza aprendizaje. Es “cumplir y competir” u “obedecer y discriminar” un quita y pone sin el análisis, la interpretación, ni la concreción.
Parece ser que los medios de comunicación, las instituciones públicas, privadas y de gobierno, así como las dependencias culturales, artísticas y educativas se preocupan por una buena educación, pero ¿hasta dónde estos intereses van ligados con políticas militaristas insustanciales que sólo buscan el adiestramiento y el conductismo social?  ¿Cuál es nuestra realidad? En México y en América Latina la política educativa consiste en copiar los modelos extranjeros; la educación por competencias se filtra de estos sistemas. ¿Para qué, entonces sirve la escuela?
Mario Vargas Llosa aporta varias reflexiones en su ensayo “La civilización del espectáculo” sobre cómo los medios de comunicación bajo la influencia despótica de los sistemas políticos, construyen y edifican una cultura educativa que anula el desarrollo individual y provoca el consumismo, la apariencia y la banalidad. Llosa discurre: “Se trata de un fenómeno altamente positivo, sin duda, que nació de una voluntad altruista: que la cultura no podía seguir siendo el patrimonio de una élite, que una sociedad liberal y democrática tenía la obligación moral de poner la cultura al alcance de todos, mediante la educación, pero también la promoción y subvención de las artes, las letras y todas las manifestaciones culturales. Esta loable filosofía ha tenido en muchos casos el indeseado efecto de la trivialización y adocenamiento de la vida cultural, donde cierto facilismo formal y la superficialidad de los contenidos de los productos culturales se justificaban en razón del propósito cívico de llegar al mayor número de usuarios. La cantidad a expensas de la calidad. Este criterio, proclive a las peores demagogias en el dominio político, en el cultural ha causado reverberaciones imprevistas, entre ellas la desaparición de la alta cultura, obligatoriamente minoritaria por la complejidad y a veces hermetismo de sus claves y códigos, y la masificación de la idea misma de cultura. Esta ha pasado ahora a tener casi exclusivamente la acepción que ella adopta en el discurso antropológico, es decir, la cultura son todas las manifestaciones de la vida de una comunidad: su lengua, sus creencias, sus usos y costumbres, su indumentaria, sus técnicas, y, en suma, todo lo que en ella se practica, evita, respeta y abomina.”
Cuando la idea de la cultura torna a ser una amalgama semejante es poco menos que inevitable que ella pueda llegar a ser entendida, apenas, como una manera divertida de pasar el tiempo. ¿Es importante la escuela ante la realidad que vivimos? Cuando la educación se gestiona a través de la televisión,  las redes sociales y las estructuras edificadas llamadas escuelas, cuando la verdadera educación debe iniciar y perseverar en la familia. ¿Cuál ha sido nuestro error como sociedad?
Desde hace más de 80 décadas la educación ha sido prisionera de intereses políticos, se ha construido una educación a base de sistemas condicionantes mediante paradigmas conductuales que afectan el desarrollo individual y colectivo. En la escuela del ahora se condiciona y se adiestra; lo que trae como consecuencia una afectación en los procesos cognitivos y psicomotrices, aleccionar genera imposiciones, conductas  convergentes donde no participa el análisis, la disertación y la crítica.  Los métodos se han vuelto obsoletos, conductistas, donde se le da más relevancia a la cantidad, se deshumaniza, se cuantifica, se cosifica, el producto se convierte en la supremacía de la capacidad laborar y no en la intelectual.  Albert Einstein decía: “Si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo” por lo que no es lo mismo “enseñar” que “adiestrar”. Enseñar implica vivir los procesos del aprender individualmente y adiestrar conduce a un seguimiento sistemático que busca la imitación.
El análisis mental es sumamente importante para la comprensión teórica o matemática, analizar  ayuda a comprender, a comparar, a resolver. Una educación por competencias crea una rivalidad, que claudica en la división social. Continuamente culpamos al maestro o al estudiante por “fracasar” en el estudio o la aplicación del conocimiento. En realidad no son ellos los que fracasan sino los sistemas impuestos por la política educacional.
El problema radica en que no aplicamos modelos acordes a las necesidades culturales propias de nuestras comunidades, sino que ejercemos reformas inconscientemente, reformas que tienen como objetivo obtener mano de obra barata para sustentar la economía. Nuestras escuelas se convierten en cárceles de tedio, donde el estudiante no disfruta del aprender, el aprender tiene que sustentarse con el gusto y el disfrute, dándole sentido a todo lo que hacemos, pasar el tiempo reproduciendo formas y arquetipos de pensamientos en un espacio donde te piden un comportamiento repetido, donde  nadie tiene la razón sino el maestro, y donde el maestro también se convierte en víctima del sistema institucional. Nadie tiene  derecho a hacer aportaciones fuera de los reglamentos y normatividades que rigen las conductas. Esta educación  tan severa nos lleva al esclavismo social y la ceguera individual, donde nacen todos los miedos sociales y entonces nos convertimos en parásitos que se reproducen socialmente.
La educación por competencia desarrolla un paternalismo y una dependencia social,  lo que perjudica la madurez mental del individuo, hace de los educandos personas inseguras, retraídas con miedo a innovar, a crear,  a proponer, lo que tiende a generar individuos sin iniciativa y puramente obedientes.  Tenemos que tomar en cuenta que vivimos en un siglo que se rige por los cambios constantes, el conocimiento, la tecnología, las ciencias, la medicina, van cambiando rápidamente, esto es contradictorio cuando la aplicación del “aprendizaje” en la escuela está todavía sustentada por el positivismo, lo que nos hace retroceder  tres siglos.  Las escuelas evalúan a los individuos a partir de aspectos cuantitativos, de medida, de comparación, y no le prestan atención a las cualidades, al desarrollo individual a la búsqueda de soluciones alternativas. 
Hoy en día, muchos se preocupan por la naturaleza, la ecología, la ciencia, la tecnología, las ciencias humanísticas pero pocos realmente hacen por todo esto; nuestra educación lleva parámetros contrarios a nuestros ideales, nuestras conductas son muy diferentes a lo que profesamos, tiramos la basura donde no debemos, agredimos al otro, suprimimos al otro, no leemos; y si leemos ¿qué leemos? Actuamos sin el análisis, sin la reflexión, nos rendimos ante  el opresor, no luchamos, no debatimos, no reclamamos, nos condicionamos ante una vida carente de crecimiento social, económico y cultural. ¡Esto es un reflejo de nuestra educación! En realidad nos educan para discriminar, fragmentar, seccionar, recriminar, competir, envidiar, reproducir, violentar, materializar, para ser todo; menos individuos congruentes, prepositivos, creativos, sociales, humanos.
Es primordial mencionar la importancia del desarrollo de la inteligencia emocional, así como de la inteligencia cognitiva, el equilibrio entre ellas es fundamental para desarrollar individuos capaces y no fragmentarios.  Las emociones no están divididas de los procesos cognitivos, físicos y motrices, van a la par en el desarrollo madurativo e intelectual. Los aspectos educacionales conductistas afectan severamente el desarrollo del proceso emocional, continuamente se le enfatiza al estudiante el que no interfiera en la escuela con sus problemas familiares e individuales. Anteriormente, hablando de hace diez años aproximadamente nuestras escuelas contaban con departamentos psicopedagógicos, en la actualidad además de no contar con estos apoyos, las generaciones de docentes carecen de conocimientos psicopedagógicos, ¿cuál es la justificación? Comentan los mismos profesores: -no soy psicólogo soy docente y se limitan erróneamente a cumplir con su labor institucional que no genera sino adiestramientos. Y ahora con este rubro competitivo, la supresión es todavía más incisiva. No se trata de ser psicólogo, sino de aplicar la psicología en las formas didácticas y metodológicas. El uso de la pedagogía acciona el análisis y el conocimiento dentro de las ciencias humanas y sociales.
La emociones son parte primordial del ser humano, con ellas vivimos continuamente, no podemos avanzar sin ellas, son las que nos llevan al placer del saber, del conocer, del experimentar, del compartir, del proponer, del pensar, del gestionar, del producir, del analizar, del aportar, del concretar a partir de la crítica, del aportar como identidades culturales y sociales. Por lo  tanto la educación debe concentrarse hacia el desarrollo de la inteligencia holística; que integre el todo a partir del aprendizaje cognitivo, motriz y sensitivo.
Hoy en día, también se gestiona por la escuela de tiempo completo, misma que propone la reforma educativa, ¿pero, están nuestros niños, preparados para estos proyectos de vida educacional? Porque estos niños llegarán a ser adolescentes y estos adultos profesionistas y los profesionistas manejarán el mundo. ¿Y entonces? ¿De qué manera? Nuestras nuevas generaciones serán producto de una educación fragmentada dividida por la pobreza y la riqueza, una generación que seguirá reproduciendo la discriminación social a partir del nivel económico. Esto es una cultura decadente, una educación coercitiva y no de enseñanza.
Los sistemas políticos se han deshumanizado, la importancia para ellos no radica en el desarrollo y la enseñanza individual sino en el adiestramiento para conducir objetivamente a la sociedad a participar en proyectos ajenos que sustenten no la economía y la cultura del país sino el poder y el dinero de algunos cuantos políticos corruptos. John Taylor Gatto educador estadounidense complementa con esta idea con el siguiente discurso “Dos instituciones controlan a día de hoy la vida de nuestros hijos: la televisión y la escuela, por este orden. Ambos reducen el mundo real de sabiduría, fortaleza, templanza y justicia hacia una abstracción sin final y sin frenos. Las escuelas están diseñadas para producir, a través de la aplicación de fórmulas, seres humanos estandarizados cuyo comportamiento pueda ser predecible y controlado. Es absurdo y anti-vital moverte de aula en aula al sonido de una sirena durante todos los días de tu infancia natural en una institución que no te permite ninguna privacidad y que incluso te la quita en el santuario de tu propia casa pidiéndote que hagas tus “deberes”. Necesitamos volver a pensar en las premisas fundamentales de la escolarización y decidir qué es lo que queremos que los niños aprendan y por qué. Tenemos que devolver a los niños tiempo libre desde ya mismo porque esa es la clave para el auto-aprendizaje, y debemos re-introducirles en el mundo real tan rápido como sea posible para que el tiempo libre pueda ser gastado en algo más que abstracciones.”
El concepto de educación pública, gratuita y obligatoria existe desde el siglo  XVIII, implantados bajo el despotismo ilustrado, lo que ha sido una proyección de intereses políticos, más que una intensión de crecimiento educativo e individual, estos conceptos de educación; fueron creados para someter a las sociedades y evitar así las revoluciones que exigían la justicia e igualdad en el acercamiento del saber, la cultura, el trabajo y la economía. Al crearse las escuelas, es condicionada las sociedad por clases sociales; depende del nivel económico es la educación que mereces. La disciplina manejada bajo este rubro busca la manipulación mediante la opresión y el control social, y no como debe entenderse; como un sustento de actitud que te permite desarrollarte individualmente. ¿Por qué seguimos paradigmas tan ajenos a nuestro tiempo? ¿Acaso hemos estado sometidos durante estos siglos y no hemos podido darnos cuenta? ¿Entonces, cuál es la función de la escuela? Hablamos de libertad, de derechos humanos, de igualdad y actuamos represivamente y manifestamos continuamente nuestra ignorancia. Parece ser que los maestros de ahora, son súbditos del sistema político, son entes que fragmentan el desarrollo y propician sociedades sin ideales, conductuales, efímeras, discordantes, e infrahumanas.
La educación por competencias busca crear obreros, trabajadores sinónimos al uso de herramientas del sistema para que las sociedades y la cultura continúen siempre igual para beneficio de los sistemas capitalistas y consumistas. La estructura educativa está conformada por administrativos, ya nos son los docentes, los investigadores, los conocedores del ámbito pedagógico y psicológico los que construyen las reformas, son los políticos con concepciones administrativas los que promueven la educación, lo que hace que todo se convierta en fórmulas, en conteo, en procesos mecánicos. A los docentes ya no se les ve bajo el concepto de educadores, sino de funcionarios; quienes deben cubrir administrativamente ciertas reglas de observación, objetivos y evidencias. La cantidad desorbitada de alumnos es también parte de esta estructura, alumnos por cantidad, maestros que ejercen tiempo completo; 42 horas semanales, mal pagadas, sin espacios para la investigación, el estudio y el conocimiento, lo que condiciona al profesor a redimir bajo el yugo del sistema. Por lo tanto; al alumno no le place la escuela y al profesor le causa frustración mediante los alcances educativos.
Ante todo esto, podemos atrevernos a decir ¿tiene derecho la escuela a existir? ¿Podríamos crecer y desarrollarnos sin las escuelas? si los individuos absorben la cultura en la que viven, el comportamiento y el lenguaje de sus familias, entonces la importancia del desarrollo y el crecimiento educativo, están ahí, en el entorno familiar. ¿Y quién educa a las familias? Esto nos hace reflexionar sobre un conflicto por generaciones; todos fuimos niños y fuimos adiestrados  bajo el concepto de educar, cuando en realidad nos estaban aleccionando.
El arte en la educación genera un pensamiento divergente mientras que la educación por competencias busca la convergencia. Esta es una contradicción sumamente dañina para el aprendizaje en el educando. O adiestras o liberas. Mientras que el arte fomenta la creatividad, la imaginación, la flexibilidad y el desarrollo de la inteligencia tanto emocional como cognitiva, la educación competitiva desarrolla el individualismo, la apatía, la discriminación, el memorismo, el dogmatismo, el mecanicismo, el poder y la banalidad. ¿Entonces qué resultados tendremos de la conjugación de estas dos formas educativas? Si el estudio busca un aprendizaje que te permita crear y diversificar las ideas para proponer o disertar, entonces ¿cómo aplicar una educación que te limita a la repetición y la memorización? Paulo Freirer dice: “estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas” ¿y qué no es esto, el objetivo primordial de la educación artística? No es el archivar información; sino aplicar el saber en la vida diaria, esto gira hacia la  importancia de los conceptos de análisis y comprensión en el aprendizaje, los que permiten la resolución de conflictos, y generan los nuevos conocimientos.
La educación debe generarse de manera integradora, no mediante el concepto competencia. Educar permite liberar las facultades y las capacidades que todo individuo trae consigo, aprender  implica; hacer, experimentar, crear, fortalecer, afianzar de manera individual.  El desarrollo de la inteligencia debe fomentarse a partir de la lógica y de la experimentación. La propuesta entonces en nuestro quehacer docente es aprender a desaprender, y formar al alumno mediante esta perspectiva.
Requerimos entonces de un nuevo paradigma de vida y educacional. Esta nueva perspectiva debe partir de la investigación y de la búsqueda del conocimiento, esto es entender por qué los sistemas políticos educacionales están determinados de esta forma y  conocer los lineamientos de la reforma educativa, ¿cuál es su sustento y de dónde parte y cuáles son los beneficios tanto como para los docentes como para los estudiantes? ¿Qué tipo de sociedad reformará? Y a partir de esto tumbar y concientizar a la comunidad. ¿Difícil? Sumamente difícil por la estructura educativa y cultural que sostiene nuestro país.  Y porque primero tendríamos que fomentar el gusto y el disfrute por el saber. La lectura sería la principal tarea que debería ejercer nuestra sociedad. ¿Cómo lograr que se lea?
Juan Domingo Argüelles, ensayista, crítico literario y editor mexicano nos hace reflexionar sobre este tema en su artículo “¿Por qué es un problema la lectura?” publicado en Este País. “El problema de la lectura en México, y en muchos otros países, no es otro que un problema de educación; particularmente de una educación que tiene como propósito “arraigar ideas definitivas” en vez de favorecer una independencia de criterio. Y este problema educativo entronca, por supuesto, con las peculiaridades de un sistema político y económico que, en su pragmatismo tecnocrático, conspira de manera natural contra la cultura y las humanidades. ¿Y cómo procede, en México, el sistema escolar en el caso de la lectura? Es obvio que la mayor parte de los estudiantes odia y sufre esas estériles clases de literatura, a tal grado que acaba por detestar esta materia que le parece el colmo del aburrimiento y la inutilidad, sólo superada quizá por sus aburridos y autoritarios maestros (hijos también de la misma educación) que, muchas veces, dan clases de literatura sin ninguna pasión por su propia materia, no digamos ya por los libros. En el caso de la lectura en México, éste es, por desgracia, casi el único procedimiento con el que funciona el sistema educativo. Obliga a leer, desde una disciplina externa, aquello que los estudiantes aborrecen, y no les concede prácticamente alternativas para que leer tenga un sentido de gozo, aventura, descubrimiento, identidad y pertenencia. En lugar de obligar a los estudiantes a leer cosas que no les gustan, habría que buscar alternativas placenteras para que leer se convierta en una experiencia inolvidable. Si un libro no les gusta, hay otros millones que podrían atraerles, y no todos son clásicos, por cierto.”
La rigidez en el aula, el conductismo y la obligación no ayudan, ni solventan las necesidades del aprendizaje. Amar la lectura implica también amar la vida, porque es aún más excelsa que una lectura, porque la lectura nace de la vida y del aprender del otro, de la adquisición de las ideas. Y eso es lo que tenemos que buscar; una educación por consciencia, que respete la vida y por lo tanto; respetará el conocimiento y las facultades intrínsecas del individuo. La propia constitución política de los estados unidos mexicanos en su artículo 1° dice: "[...] Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y las libertades de las personas."
Pero si condicionamos todo, lo fragmentamos y lo convertimos en un molde, ¿dónde queda la libertad individual y el crecimiento autónomo de todo individuo? La reforma educativa está fomentando la discriminación y la búsqueda del poder con su perfil de competencias.
Uno de los fundamentos e inicios de las actividades que presentan los programas de la educación por competencias es la idea de “conócete a ti mismo” principio socrático perteneciente al nivel bachillerato dentro de la asignatura de filosofía, la que es importante pero pierde su sustentabilidad en el momento que se deja como un módulo teórico y no como un desarrollo o proceso donde el alumno adquiera sus propias herramientas para aplicar el concepto. Es aquí donde entran las contradicciones y el proceso se convierte en un esquema de llenado, y donde el docente tiene que realizar archivos de muestras vacuas de evidencias, papeleos que no trascienden en la formación del educando. Esto repercute en el alumno de manera inmediata, el niño, el adolescente o el joven van perdiendo el interés por la escuela y lo que es peor por el conocimiento. 
El conocerse a sí mismo debe implicar el desarrollo perceptivo, que va a permitir la adquisición de sus convenientes herramientas y posteriormente reconocer sus propias capacidades.
Tenemos que quitarnos la idea y el cliché de que todos los estudiantes son lo mismo, cada uno requiere de su adecuado proceso, y vamos de lo individual para llegar a lo colectivo y esto nos permitirá tener una sociedad  incluyente y creativa que construya a partir de sus propias ideas y no a partir de una ideología política o administrativa que lo único que busca es conducir al individuo mediante el miedo y la búsqueda de la sobrevivencia y no hacia el placer o el entendimiento de la propia concepción o esencia de la vida.

Y concluyo: el arte no es factor propicio para las competencias, la educación no debe buscar la supremacía del poder sino el encuentro del individuo consigo mismo, para llegar a ser incluyente y prepositivo en la sociedad. La educación por competencias no es competente con el arte, ni con la enseñanza en general. Así que educadores y docentes de arte; dejen fuera de su aula esta propuesta grotesca e inconsistente de la reforma educativa.

Aquí nos queda claro que el arte no comulga con las competencias. Sino al contrario; el arte excluye la competencia, porque agrega, no segrega, porque amplia el pensamiento y convierte la percepción en un parámetro incesante donde la creatividad es pionera en cada ciclo y en cada propuesta tanto profesional como de vida.
                                      
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